sábado, 12 de noviembre de 2011

Nubes negras

Juro que cuando decidimos volver a ser padres pensé que todo iría rodado. Me apetecía mucho volver a ser madre, estaba orgullosa de la familia que estabamos formando, del vínculo con mi hijo, de la armonía familiar. Avanzábamos etapa por etapa, aprendiendo juntos. Eso fue lo que más me animó.

Cuatro en casa, era cerrar un círculo que habíamos comenzado dos cuando nos dimos la mano por primera vez a escondidas de todo el mundo, incluso de nosotros mismos y de nuestros sentimientos.

Y somos cuatro. Y soy feliz, lo soy, pero nada es como intento ( como quiero que sea). Y me pongo en el centro de este pensamiento. Desde que nació mi segundo hijo parece que no consigo hacer nada a derechas, nada como debiera, como siento que deseo ser. Al revés juraría que me alejo más y más del ideal de madre que mi mente llevaba tiempo construyendo (consciente o inconscientemente).

No me encuentro, no me hallo, siento una dualidad como madre. A veces parezco dos madres primerizas en vez de "madre por segunda vez". Me sé la teoría (la que quiero aplicar), creo firmemente en... y luego... una y mil veces al cabo del día exploto, me rindo, me siento sobrepasada.

- "Tranquila, todo será más fácil". Tal vez sí, tal vez no... Evidentemente hay realidades que ya conozco y me las tomo con otra templanza pero aun y todo cada día hay más de un momento que me lleva a la reflexión más profunda y enrabietada. Tengo la sensación de haber cambiado, de sufrir una especie de desdoblamiento que me convierte en.... madre y madrastra malvada, en hada y en bruja mala... En la madre que soy y la que quiero ser.... y siento, cansada, que vivo una lucha constante con el universo completo.

Cuando suelo llegar a este extremo siempre veo apenada quien paga mi falta de ubicación (o esa sensación constante de encontrarme perdida). Piratilla1, mi hijo mayor, al que exijo más de lo que debiera y con el menos paciencia tengo.

Odio pensar en la posibilidad de fallar a mis hijos, en no saber darme entera, completa; en el hecho de estar siendo el peor ejemplo; en fallarles a la hora de ofrecerles los valores, las herramientas necesarias para que afronten la vida con valentía, con tesón y con corazón.

En resumen: mi cabeza es una mezcla de caos mental y centrifugadora a toda pastilla.

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