lunes, 7 de noviembre de 2011

Llevo días...

Llevo días "rumiando", con un runrun que me acompaña desde hace unos meses y no me deja estar tranquila. Porque no me gusta lo que pienso: no me gusta cuando actúo así y porque no sé cómo evitarlo.
 
Llevo días pensando en la herencia educacional y en escribir sobre ello, pero no consigo arrancar. Quizás aquí y ahora sea lo adecuado. En realidad son preguntas que me hago: ¿Cuánto tenemos de esa herencia educacional en nuestros actos?, ¿somos conscientes de ella?, ¿estamos de acuerdo con ella?, ¿nos alegra, nos incomoda, nos pesa?, ¿es inevitable o se puede borrar?, ¿la aceptamos?.
 
Llevo días queriendo escribir sobre la idea de "ser madre de dos". De contaros mis más y mis menos porque una vez más no solo disto mucho de ser perfecta sino que cada vez me alejo más de ello.

Llevo días con la sensación casi física, palpable de que la paciencia se me escurre de entre mis manos y no consigo entender por qué no puedo retenerla, por qué no puedo guardarla y emplearla.

Llevo días rehuyendo esas lecturas que tanto me han reconfortado, enseñado y acompañado desde que empecé mi maternidad. Esas teorías que han calado tan hondo en mi pensamiento y que a veces me duelen porque me recuerdan que no siempre consigo llevarlas a la práctica.

Llevo días sintiendo que La Culpa me da la mano, se convierte en mi sombra y no deja que me perdone ni avanzar.

Llevo días recriminándome mi necesidad de ser la madre perfecta cuando quizás sería mucho más justo reconocer mis limitaciones y ponerles solución.
 
Llevo días queriendo expresar con palabras cuánto lamento perder los nervios y gritar. Cuántos remordimientos siento y lo poco o nada que creo que puede servir esta actitud cara a nuestros hijos. Yo soy su espejo y su ejemplo. No sirve de nada que les guie si ese es el reflejo que perciben.

Llevo días pensando que en esos casos lo único que puedo hacer es pedir perdón a mi hijo mayor, a mi piratilla y demostrarle que no soy perfecta pero que me doy cuenta de mis equivocaciones y que no me molesta pedir perdón cuando es necesario. Él es generoso y me perdona y olvida. Un sabio ejercicio que muchas veces los adultos olvidamos.

Llevo días intentando justificarme, intentando sentirme mejor. Hacer borrón y cuenta nueva.

Y ayer,  revisando en el buzón de entrada, veo esta entrada del Blog de Sarai Llamas:

Y me siento identificada. Y pienso: "yo no lo podría expresar mejor".

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