O por lo menos a mí así se me antoja esta mañana. Así que por más que llevo un rato sentada con el portátil, mirando la plantilla del blog para las nuevas entradas, no consigo encontrar nada medio decente que contar. Me falta la inspiración y la culpa es del día de perros que hace. Seguro.
Quizás tenga que ver el hecho de que a pesar de ser miércoles, eso sea teórico y en la práctica estemos a lunes, dado que hemos disfrutado de un estupendo puente que terminó ayer.
Quizás tenga que ver con el día que hace. Otoñal. Otoñal, sí, pero "otoñal-perroperro" no otoñal, plácido, templado y de viento sur con el sol en lo alto, de los que te alborotan y alborotan a los niños (como los que recuerdo de mi infancia en mi pueblo, en la costa. Recuerdo esos días y recuerdo a mi madre que nos decía, "hoy hace tiempo de palomas").
Fuera suena una ventolera impresionante. Lo oigo, sin parar. Os lo dije, vivimos en la Patagonia española, el viento no te deja ni a sol ni a sombra, en cualquier estación del año y con la consiguiente sensación térmica desagradable en invierno (que por cierto, aquí dura ocho meses de doce).
A la par que el viento, llueve. El día por tanto es gris plomizo y como tal, triste.
Y es un rollo porque a mi cabeza y a mi corazón le gusta el sol, el calorcito, la luz. No me gustan los días como hoy (estareis pensando, "ay niña, y lo que te rondaré morena"). No sé yo si en otra vida debí ser lagartija.
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