La inmediatez como concepto vital de mis hijos
Sábado. Mediodía. Capitán Pirata (que Dios guarde muchos años) va a salir "de expedición" (entiéndase, a hacer recados). Se va a llevar con él a los Piratillas. Me pide que prepare a Piratilla2. Me dispongo a ello. Como hace frío le pongo su buzo-osito (con orejillas en el gorro), le abrigo con su bufanda y le siento en la silla de paseo con el saco de invierno. - "Listo" - anuncio.
Y en ese preciso instante Capitán Pirata (que Dios guarde muchos años) decide que es el mejor momento del mundo para tender la ropa. Debo anotar en su descargo que me parece genial el hecho de que compartamos tareas sin tener que perseguirle por la casa insistentemente para los quehacereres. Peeeeero hay algo que se llama (y aquí viene la idea del título): La inmediatez como concepto vital de mis hijos (e imagino que igualmente válido para todos los niños).
La consecuencia empírica de tal título: Piratilla2 protesta enérgicamente porque está preparado para salir. Ya. De inmediato. Ipso facto. Y no entiende por qué no se hace. No comprende de minutos, de "espera un poquito", de "acabo enseguida". Es un bebé. Y ya está.
Creo que después de explicado este concepto convenientemente a Capitán Pirata, éste tomará las medidas pertinentes la próxima vez.
Lo he escrito en clave de humor (o por lo menos, era mi intención) pero en realidad, es la pura verdad.
No son conscientes del tiempo, no al menos al uso de los adultos. Tienen su propio concepto: "el tiempo de los duendes" lo titulé en un relato corto hace un tiempo. A su ritmo, con sus propias prioridades, con sus propias necesidades, adaptadas a su edad, a su vida, a su día a día.
Ellos aún son capaces de pararse a admirar el detalle más simple o para escuchar la melodía que surge del violín de un musico callejero.
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