Hablamos de los paseos con Piratilla1 y lo que hace durante ellos.
Vivimos en una capital de provincia de la meseta norte. Tranquila, con paseos verdes junto al río y de tamaño perfecto, es ideal para uno de los, llamémosle juegos, de mi hijo mayor: la búsqueda y captura de hojas caidas del árbol, piedras ramas y/o palos y, en temporada (otoño) castañas pilongas (en este caso concreto, el de las castañas, la recogida es cada día, al salir del colegio o por la tarde. Por lo que en previsión suelo llevar una bolsa de plástico en mi bolso).
Desde que echó a andar, desde siempre, es una de sus actividades favoritas.
De hecho, entre sus amigos, es conocido por coleccionar piedras y castañas, y amablemente, siempre hay un niño solidario e implicado que mete la mano en el bolsillo para ofrecerle, como un trofeo, un elemento más que aumente una de sus colecciones. ¡Ah, la amistad verdadera!
En consecuencia hace tiempo que decidí sacar provecho de esta afición (que parece ser común a muchos niños por lo que he comprobado). Las piedras, si son adecuadas, más bien tirando a grandes y planitas pueden servir para pintarlas y crear, por ejemplo, una mariquita pisa papeles. Si son bonitas y a poder ser pequeñas, van al bote de la colección de piedras. Las hojas, las pintamos también, para después pegarlas en una cartulina, o bien empapadas en pintura presionarlas como un sello y que dejen su forma. Con las castañas solemos hacer algún centro otoñal o rellenamos un jarrón. Y si se da la ocasión recojemos alguna piña con la que decoraremos la casa de cara a la Navidad.
Suelen ser también estupendos regalos que se empeña en llevar a clase para su profesora, sobre todo castañas y hojas secas. Lo de las piedras... como que no, mejor no.
Así, un paseo suele convertirse en un ir y venir en su recolección particular y a la par una fuente de información sobre tipos de árbol. Puro intercambio porque Piratilla1 recoge y procesa todo lo que ve y oye. La última vez yo le hablaba de castaños, sauces llorones y plataneros falsos y el me insistía en la existencia de los cedros llorones.
Efectivamente, cedros llorones, existen ( y yo llegué a dudar, cosa que no debo hacer cuando Piratilla1 dice algo) lo he visto, uno. Paseo de la Isla (Burgos), que hace las veces de jardín botánico. El mismo que vió él con la clase y que recuerda desde entonces. A pesar de los meses...
Hojas, ramas piedras y castañas... ¿no son fascinantes?
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