Desde que te tuve en brazos por primera vez supe que eramos "LA" pareja de baile.
Al principio fue un poco... dificil... yo me empeñaba en ser la que mandara y me obcecaba en seguir los pasos al ritmo, uno, dos tres... Tú, maestro, me demostraste que el baile es cosa de dos y que dejarse llevar tiene su misterio, su armonía y que te permite escuchar cada sonido, cada nota disfrutándola.
Bailamos, al unísono durante unos años, hasta que apareció otro bailarín y volvimos a perder el ritmo. Yo intentaba bailar a tres, tú querías bailar pegados únicamente nosotros dos y el otro bailarín también reclamaba su baile a su ritmo.
Nos recolocamos, nos recompusimos.... sin embargo... últimamente siento que no escuchamos la misma música. O quizás sí escuchamos la misma música pero no nos ponemos de acuerdo con los pasos ¿verdad? Tú tiras de mí y yo tiro de tí.... y nuestra conexión sufre interferencias.
Yo a veces cambio lo pasos a otros ritmos, a otras canciones, desde mi atalaya de adulta, olvidando, negándome cabezona a mirar con tus ojos, con todo lo que ellos me explican. Tú insistes en bailar "lento", "agarrado" y yo te insto a cambiar a "algo más suelto" sin que te convenza...
Hoy solo quería escribirte que sigues siendo mi pareja de baile, que prometo escuchar la música con los ojos cerrados y dejarme llevar. Lo prometo.
¡¡Llorando me tienes!! Qué bonito.
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