A raiz de una conversación que ha nacido en el foro en el que participo, me voy a animar a escribir la siguiente entrada:
Mi madre. Estaba pendiente, se la debía.
Mi madre...mi madre... esos ojos verdes y esa sonrisa pícara. Cierro los ojos y recuerdo sus manos. A veces si me esfuerzo es cuando más me cuesta volver a los detalles pero sin embargo en el momento más insospechado me asalta una imagen, una voz, una frase, un gesto... un recuerdo.
Hoy, día 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, hubiera sido, será, su cumpleaños. Y desde que se fue, esta fecha no es igual, no significa lo mismo. No hay alegría sino recuerdo y añoranza. Con el tiempo, al menos, ya no surgen las lágrimas, al menos hacia el exterior.
Envidio cuando mis amigas me hablan de sus madres: "quedé con mi madre", "los niños están con mi madre", "llamó mi madre", "me lo regaló mi madre".... y las envidio y se lo digo porque la mía no está aquí ni con nosotros.
Cuantas veces imagino situaciones en las que estamos juntas, generalmente con los niños. Sueño con ella a menudo. Con esa "fatalidad" que envuelve ciertos momentos pienso en lo que no debí decirle y le dije, en lo que no le dije y debería haberle dicho, en lo que cambiaría...
Estareis pensando quizás que las relaciones madre-hija no son siempre son como una desea. Sé que es un tema muy delicado, muy complicado. No siempre es fácil, ni idílico... pero cuando aún tienes a tu madre... al menos es posible.
Mi madre se fue estando yo embarazada de cuatro meses del mayor y desde ese momento siento que se perdió mucha vida y muchas alegrías y siento rencor por ello, rencor hacia la mala fortuna o hacia el destino.
Mi madre se fue estando yo embarazada de cuatro meses del mayor y desde ese momento siento que se perdió mucha vida y muchas alegrías y siento rencor por ello, rencor hacia la mala fortuna o hacia el destino.
La extraño casi dolorosamente, dependientemente y no solo como hiija, sino como abuela de mis hijos, como mujer y compañera de tribu, como adulta. Sí, la niña que fui la echa de menos y la hija y la mujer y la madre que soy. A ella, tal cual era, con lo bueno, lo regular y lo malo. Con lo que nos unía y con lo que nos hacía discutir. Porque ahora no está, ni estará, porque ahora sé que no hay nada peor que su ausencia.
Gracias por compartirlo con nosotras. No entiendo del todo lo que sientes, porque a mi me falta mi padre, y no es lo mismo. Pero lo echo de menos como abuelo de mi niña, como dices tu. Y mi niña, la que fui desde que no esta, también lo echa de menos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!!
Un abrazo muy fuerte Anabella. Los padres también son especiales y dicen que más para nosotras las chicas...
ResponderEliminarUn abrazo Mon. Al menos tienes su recuerdo, eso la seguirá manteniendo con vosotros.
ResponderEliminarUn beso.
Ante todo, un abrazo enorme. Piensa que nadie muere del todo mientras siga vivo en los recuerdos de otra persona. Es el caso de tu madre, de la mía, de muchas abuelas que no llegaron a conocer a sus nietos y aún así siguen en nuestras vidas. Lejanas como las estrellas pero igual de brillantes, nos acompañan, nos guían y siempre están allí.
ResponderEliminarAy Mon, me siento un poco culpable de tu tristeza. Siento muchísimo que estés así. Eres muy especial, me emocionas hasta llorar.
ResponderEliminarTe mando un fuerte abrazo de corazón.
Xirimiri, la tristeza viaja como compañera... yo diría que casi siempre... por unos u otros motivos. Pero de su mano también viajan a nuestro lado el recuerdo, la nostalgia, la alegría, las enseñanzas, el optimismo y lo que es más importante de todo... el disfrute del presente.
ResponderEliminarUn besazo.