lunes, 30 de septiembre de 2013

"Nuestros" hijos

Si me preguntaran qué deseo para mis hijos, cómo quiero que sean, contestaría sin pensarlo tan siquiera: FELICES.

Sí, es la pura y simple verdad, felices.

Entonces una vocecilla, desde la zona de atrás de mi yo interior, añade...

Y buenos,
y educados,
y nobles,
y trabajadores,
y alegres,
y amables,
y cariñosos,
y generosos,
y solidarios,
y formales,
y responsables,
y estudiosos,
y gentiles,
y obedientes,
y empáticos,
y asertivos,
y tranquilos,
y comprensivos
y valientes,
y competitivos,
y ...

Esa misma voz que me desgrana una lista interminable de adjetivos en un tono entre irónico y condescendiente, me pregunta con un deje casi de reproche:

¿Quieres hijos felices o perfectos?

¿De dónde viene o dónde nace semejante lista para que la desees para tus hijos? ¿De lo aprendido en tu propia infancia, de tus deseos o de tus frustraciones?

Porque los niños no nos pertenecen, como dice Kakhil Gibran:     

"Tus hijos no son tus hijos 
son hijos e hijas de la vida 
deseosa de si misma."


 Tus hijos no son tuyos sino de la vida. Son ellos mismos, en todo su ser y su inmensidad de ser. Ellos, ellos mismos, insisto. Por eso escucho con atención lo que me quiere decir esa vocecilla "molesta" y me prometo a mí misma dejarles SER primero niños y luego ellos mismos.

Hoy mismo lo hablaba o "maileaba" con una amiga. Enfrascadas en una conversación virtual ella contestaba a mis inquietudes diciéndome : "Amor y compañía como receta infalible". Y es cierto, totalmente cierto, amor y compañía para que puedan ser sin etiquetas, sin deseos, sin desvelos, sin retos, sin frustraciones y sin adjetivos impuestos.

Sé que es una idea en la que insisto bastante, que ha salido en otras entradas anteriores. Es un tema que me ronda tantas veces en la cabeza. Me parece tan difícil de conseguir. En mi propio día a día como podéis comprobar. Se mezcla todo el orden que considero "adecuado" y en el que he crecido, con sus expectativas y sus máximas. Se mezcla el miedo a no saber observarles, a no llegarles con el miedo a dejarles ser "demasiado", a no saber guiarles hasta que por madurez se bandearse por sí mismos. ¿Cómo alcanzar el punto medio que define "la virtud", como decía Aristóteles?

Ser conecta con la libertad. Conecta con crecer.

Acompañar conecta con estar presentes para ellos, con darles ejemplo, con poner a su disposición recursos y herramientas que les ayuden en la vida, con observarles. Conecta con crecer también.

Y aquí lo dejo... en abierto, como pensamiento recurrente en mi cabeza.

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