Desde mi nacimiento como madre me he inclinado por una crianza a la que se denomina como crianza con apego o crianza con respeto y me he dejado caer en los brazos de lo que llamamos maternidad consciente. Sin embargo o a la par, también desde entonces he iniciado un viaje en el que aún nado a golpe de brazadas de supervivencia y en el que en ocasiones me pierdo o naufrago con el embate de las tempestades. Es entonces cuando necesito refugiarme en mi concha de caracol para poder asumir, reflexionar, cuestionar y lamer y curar heridas.Como ahora. No puedo enarbolar una bandera que a veces se vuelve tan pesada que casi no puedo sujetar.
La maternidad es bella pero a la par es difícil. Ser consciente de tu maternidad y de la necesidad de apego y respeto de tus hijos hace que te sitúes en muchas ocasiones frente al mundo y en otras muchas ocasiones frente a ti misma Leo mucho, buceo encantada, hambrienta de saber, intrigada y en más de una ocasión culpable, en webs, blogs y libros y conforme más lo hago, más consciente soy de todo lo que me queda por delante.
Este último año con la llegada del pequeño y con el crecimiento del mayor he cambiado de etapa.... o de etapas.... Siento que he entrado en un universo en el que me faltan brazos y piernas.... y paciencia y calma.... y tiempo..... y ayuda aunque me cueste admitirlo.
En este cuaderno de bitácora pretendo plasmar mi día a día con lo blanco y con lo negro y en estos momentos llevo tiempo ya conviviendo con "mi propia sombra". Intento aceptarla pero no lo consigo. Me preocupa qué puede haber quedado en mi hijo mayor (por ende mi "mini-yo)" de ella, porque ha salido muy a menudo, ha campado demasiado a sus anchas. Una vez más veo qué complicado es sacudirte, desprenderte de todo aquello que llevas aprendido y prendido en tu cuerpo y mente, cómo repites y actúas según como te criaron y como en muchas ocasiones salen sombras que no forman parte de tu niñez pero sí de todas tus circunstancias posteriores. Eso, sin olvidar todo el bombardeo exterior y constante de cómo debemos educar a nuestros hijos en ésta nuestra sociedad individualista y competitiva actual.
Somos quienes somos pero ¿podemos desprendernos de parte de ello?
No es todo lo que he aprendido sino lo que me queda por aprender.
No es todo lo que he logrado sino lo que me queda por lograr.
No es todo lo que he cambiado sino lo que me queda por cambiar.
No es todo lo que soy sino lo que quiero ser
Y no es todo lo que seré sino ahondar y aceptar quién fui,
Paso por una etapa difícil en la que me siento cuestionada (por mí misma) y tocada en mi rol de madre. Mi hijo mayor crece, se expande, se expresa, se rebela, protesta y no siempre consigo ni llegar a él como yo entiendo que debo ni consigo entenderlo. No consigo ver en la niña que fui sino en la adulta que se supone que debo ser: Y me equivoco y me cuestiono y me duele.... y no avanzo. ¿Y por qué esa necesidad de avanzar? por mis hijos y por mí misma. Por nuestro bienestar.
Me gusta la crianza con apego, me gustan sus principios y sus bases. Me gusta la maternidad consciente (aunque en ocasiones escueza). Me reafirmo en que:
Grito llama a grito.
Alteración llama a alteración.
Desasosiego llama a desasosiego.
Cansancio a cansancio y desequilibrio a desequilibrio.
Los nervios llaman a los nervios.
Y la calma llama a la calma igual que la voz suave llama a una respuesta suave.
Siento que convertimos a nuestros hijos en imagen y semejanza, en espejo, de nosotros mismos.... en nuestro propio eco. Y a veces ver lo que se consigue duele en el alma.... En mi caso me refiero a ver cómo lamento no haber sido la adulta armoniosa y ecuánime que quiero ser. Y no solo eso sino cómo narices encontrar la manera de mantener esa paz y armonía interior incluso en los momentos difíciles. En resumen me reconcome ver a posteriori cómo perdí la calma, cómo reaccioné, preguntarme cómo mejorar lo que menos me gusta de mí como madre.
Qué hacer cuando te encuentras metida en u bucle que interpretas como un pulso que te están echando. Cuando sientes que tu situación de mando, de adulta que debe guiar y educar queda en entredicho, cuando tu hijo esgrime unas características de su personalidad que de ser adulto serían virtudes y sin embargo siendo niño son defectos que se deben corregir, Cuando sientes que no puedes habar con él de tú a tú, cuando intuyes que exiges por encima de lo debido y te conviertes en el poli malo durante días y días, cuando la desconexión, la distancia en vuestro camino es tal que te sientes lejana y separada como nunca. Cuando concluyes que en este último año le has gritado y etiquetado y exigido como nunca antes hiciste y como nunca quisiste ni pensaste hacer.
A esas brazadas me refiero, a esos palos de ciego intentando mantener el orden del barco que comandas.
Es una etapa dura, pero como todas las etapas pasará.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande.